La ética es el eje que sostiene la responsabilidad del Contador Público porque su trabajo impacta directamente la confianza social y la calidad de las decisiones económicas. A diferencia de otras profesiones donde los errores pueden afectar solo a un cliente, en contabilidad un acto deshonesto o negligente puede distorsionar estados financieros, alterar el recaudo de impuestos, afectar contratos, manipular el acceso a crédito y perjudicar a múltiples grupos de interés (accionistas, trabajadores, Estado y comunidad). Por eso, la responsabilidad profesional del contador no se limita a “cumplir tareas”; implica actuar con integridad, objetividad, competencia y diligencia, manteniendo independencia mental y priorizando el interés público.
En la práctica, la ética guía decisiones que no siempre son fáciles. Por ejemplo, cuando existe presión para “maquillar” cifras, omitir revelaciones o registrar operaciones sin sustento, la ética exige resistir esas presiones, documentar adecuadamente, comunicar riesgos y, si es necesario, escalar hallazgos a instancias de gobierno corporativo. La ética también implica confidencialidad responsable: proteger la información del cliente, sin convertir esa confidencialidad en excusa para encubrir irregularidades. Además, la ética fortalece la transparencia: un contador ético se asegura de que la información sea verificable, consistente y útil, evitando sesgos por intereses particulares.
La responsabilidad ética también se relaciona con la competencia profesional: quien no se actualiza en normas contables, auditoría y regulación, puede cometer errores graves por desconocimiento, lo cual igualmente afecta la fe pública. En escenarios de fraude y corrupción corporativa, el rol del contador es crítico, porque suele tener acceso privilegiado a registros, pagos, contratos y transacciones. Un comportamiento ético convierte al contador en un “control preventivo” dentro de las organizaciones: ayuda a detectar señales de alerta (sobrecostos, pagos sin soporte, terceros sospechosos, conflicto de interés) y promueve prácticas de buen gobierno corporativo que protegen la sostenibilidad empresarial.
En conclusión, la ética no es un complemento “opcional” de la responsabilidad del contador público: es la condición que hace legítima su función social. Solo con ética se puede garantizar información confiable, contribuir a decisiones responsables y preservar la confianza de la sociedad en la profesión contable.